domingo, 26 de agosto de 2007

Su ídolo huele mal

Su ídolo huele mal -el frío monstruo- y todos hieden, todos los adoradores del ídolo.


¡Huid del mal olor!





Consideraría intrépido a quien alerte sobre la hediondez de Ricky Martín en presencia de sus fanáticos; incluso es osado y audaz quien acusa a Dios de maloliente delante de sus fieles, juzgándolos éstos a él como arrogante. Sin embargo, es temerario quien se atreve a advertir(me) sobre la pestilencia de mi mismo.

Mis ídolos materiales pueden ser criticados, dado que el fetichismo surge a partir de una característica o habilidad perfectible. También las deidades pueden ser atacadas, puesto que han sido creadas muchas y distintas de ellas para permitir la dialéctica que las fortalece en su ontología. La divinidad es una proyección en acto de las potencias del hombre, un holograma, una virtualidad creada ad-hoc a la que recurrir en momentos en los que la mente ya agotó las respuestas consideradas en las dos variables conocidas (tiempo-espacio).

El proceso de estructuración y socialización en la persona es fomentado por una doble vertiente, un feedback entre estructura y estructurado, que crea y se crea a sí mismo al crear. La sociedad -en ese infinito crear y ser creada- es responsable de la confianza en la eternidad, en contraposición a la desazón de la finitud. Eventualmente, ese respiro de vida que ostento se va a terminar, y más allá de mi presencia o ausencia, los códigos y el perpetuo círculo creador de lo social se mantendrán. Ese círculo que me forja y al cual consolido con mi devenir.

Yo soy autor de las estructuras.

Soy progenitor, producto y productor.


Yo soy el fucking ídolo.

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