
No juzgo a los que leen un libro de aventuras o ciencia ficción quedándose en los hechos superficialmente relatados, pero sí creo que se pierden un gran valor oculto en la prosa y detrás de la historia en sí. Todo tiene que ver con todo, porque en el fondo, todo es la misma cosa, aunque al verla desde distintos ángulos, nos parezca completamente distinta y nueva.
Desde el momento en que uno conoce la profecía, es impensable creer en otro final que la misma muerte de Harry, quien se convertiría en una especie de redentor del mundo. Creo que llegado el final, nos damos cuenta que ésta era en sí una cuestión irrelevante, que no importa si Harry muere o no, que no se trata de que Rowling se “anime” a matarlo.
Creo que la gran moraleja del libro es comenzar a comprender la paradoja de la simultánea apreciación y relativización de la muerte. Apreciar la muerte en todas sus dimensiones nos permite vivir más plenamente, tal como decía Heidegger, pero a la vez debemos relativizar la muerte comprendiendo que no es el fin de la vida en sí misma, sino la continuación de la vida por otros medios. (Avada Kedavra Clausewitz).
Toda la historia gira en torno a dos caminos superficialmente distintos, pero en el fondo demasiado similares para conquistar la muerte, para dominarla y nunca sufrirla. Horcruxes and hallows. Dumbledore no fue mejor que Voldemort por no sucumbir al mal, sino por percatarse y alejarse, en lugar de permanecer en un lugar en el que era plenamente consciente y elegía deliberadamente el daño que causaba. No subestimemos el poder del arrepentimiento (estoy siendo casi católica, ja!), dado que el mismo crea la línea que divide el bien del mal al final del día. Uno no está exento de equivocarse y verse tentado por el mal en ciertas circunstancias, y hasta seguirlo a lo largo de algunos pasos, pero siempre puede retornar a la senda correcta, y es en este “despertar” que volvemos a casa.
A standing ovation to J.K. Rowling!